El duelo es un proceso psicológico natural por el que transitamos todos alguna vez en nuestra vida, bien debido a una ruptura amorosa, o como consecuencia da la muerte de la pareja. Quiero resaltar que puede haber una diferencia entre ambos tipos de causas:  en la ruptura la persona puede quedar enganchada a la posibilidad de una recuperación, mientras que en la muerte, la irreversibilidad de la pérdida solo debe conducirnos a la aceptación de lo sucedido.

Hay que recordar que la pérdida forma parte de la vida. Es el precio que pagamos por tener vínculos significativos. Lo que aprendamos en el proceso del duelo va a ser muy valioso para ayudarnos a vivir mejor el resto de nuestra vida. 

En los momentos iniciales y durante semanas, suele producirse un estado de shock. El dolor  nos dificultará manejar el sufrimiento. Durante un tiempo, el recuerdo de la persona amada seguirá tan presente que permanecerá junto a nosotros como una sombra que sentimos podría materializarse en cualquier momento.

La dureza del proceso hace recomendable buscar acompañamiento psicológico para transitarlo mejor y afrontar cambios necesarios, que luego nos facilitarán retomar nuestra vida habitual, a veces, inclusive, con la incorporación de personas, actividades y cosas nuevas que ni siquiera hubiéramos imaginado. Pero va a llevar tiempo asimilar lo sucedido.

Sin ayuda profesional, el dolor puede hacernos desarrollar mecanismos de defensa tendentes a evitarlo e ignorarlo, pero que no ayudarán a afrontar el duelo, más bien al contrario, pueden prolongarlo de manera indefinida:  volcarse en el trabajo o en otras actividades, abusar del alcohol, los ansiolíticos u otras sustancias que pueden crear adicción, o también, hacer una mala proyección de ciertos sentimientos, como la rabia, la ira… 

El duelo por la pareja es un acontecimiento vital muy estresante. En personas mayores incrementa el riesgo de muerte en la persona que ha sufrido la pérdida. En cualquiera de los casos, hay aspectos básicos en los que esta persona, la superviviente, debe trabajar:

1. Poner en palabras todo lo que nos ha pasado, tanto los hechos ocurridos y como los sentimientos: tristeza, miedo, angustia, culpa …, la palabra ayuda a procesar y digerir todo ello.

2. Adaptarse al medio en el que el fallecido o la pareja ya no están. Se trata de estar en ese medio sintiendo la ausencia de la persona que se ha ido.

3. Recolocar emocionalmente al fallecido o la pareja en el recuerdo para continuar viviendo con equilibrio y tranquilidad.

4. Buscar el apoyo de personas queridas, cercanas a nosotros.

5. Darnos el tiempo necesario.

6. No tomar decisiones importantes mientras estamos en el proceso, como cambiar de casa, de ciudad…

Trabajando en estos aspectos, a un cierto punto, notaremos que el dolor ha pasado y volveremos a sentir alegría y ganas de vivir y los recuerdos de la persona querida ya no estarán rodeados de tristeza, sino de luz y gratitud por haberlos vivido.